Bill Gates fue uno de los primeros en poner sobre la mesa la necesidad de crear un “impuesto robótico”. El fundador de Microsoft argumentaba que si un trabajador paga impuestos en función de sus rendimientos, tal vez “deberíamos pensar en gravar por una cifra similar a los robots que vienen a hacer ese mismo trabajo”.
Parece mayoritaria la idea de que los ingenios electrónicos tendrán, inicialmente, un impacto negativo en el mercado laboral. Un estudio de la Universidad de Oxford estima que el 47% del trabajo actual será realizado por máquinas en un periodo de 10 a 20 años. Los datos que sugiere la consultora McKinsey Global van por el mismo camino: “la mitad de las actividades laborales de la actualidad pudieran automatizarse para el 2055”.
En España se estima que hay 35.000 robots industriales trabajando, ¿no deberían contribuir al mantenimiento de la Seguridad Social?
¿Más cerca del 'impuesto robótico'?
Que los robots han llegado a la industria con intención de quedarse, es una evidencia palpable en los últimos años. Las primeras máquinas dotadas con inteligencia artificial se incorporaron al mercado laboral como nuestros ayudantes. Eran herramientas que nos facilitaban nuestras tareas. Sin embargo, el rápido avance tecnológico ha propiciado que los robots sustituyan a las personas en algunos puestos de trabajo.
La industria española ha incrementado en casi un 25% su flota de robots en la última década. Y la cifra continuará creciendo. Los avances son imparables. Así que el desafío actual pasa por sostener una economía productiva, competente y automatizada con un sistema de pensiones garantizado. Pero si las máquinas reemplazan a los trabajadores, ¿quién pagará los servicios públicos y las pensiones?
Una de las ideas más aceptadas es que los robots empiecen a cotizar en la Seguridad Social. ¡Ya está bien de 'trabajar' en negro! Todavía no existe ningúna normativa específica sobre este tema en ningún país de nuestro entorno, pero España ya contempló un 'impuesto robótico' en las últimas negociaciones del Pacto de Toledo.
El texto -que finalmente no salió adelante- abría la puerta a la cotización de los robots: “si la revolución tecnológica implica un incremento de la productividad, pero no necesariamente un aumento del empleo, el reto pasa por encontrar mecanismos innovadores que complementen la financiación de la Seguridad Social”. La idea no provocó controversia y además contó con el apoyo de uno de los sindicatos mayoritarios.
Un planteamiento que Bill Gates también sugirió en una entrevista para Quartz. El cofundador de Microsoft se mostraba convencido de que los gobiernos deberán fijar impuestos sobre la automatización laboral. “Si el rendimiento económico de un trabajador de una fábrica es de 50.000 dólares al año, por ejemplo, y paga tributos sobre la renta y la Seguridad Social en base a esa cantidad, entonces deberíamos pensar en gravar por una cifra similar a los robots que vienen a hacer ese mismo trabajo”.
Este 'impuesto robótico' que plantea Bill Gates, algún sindicato y ya sobrevuela la mente de algunos gobiernos se destinaría inicialmente en cursos de formación y reciclaje de los trabajadores reemplazados por robots.
¿Quién tendría que pagar: la máquina o el dueño?
No hay precedentes. Ningún país de la Unión Europea tiene una normativa concreta para que los aparatos con IA coticen, pero el Parlamento Europeo ya reclamó en el 2017 a los países miembros que se dotaran de una legislación para proteger a la ciudadanía de los retos de la economía digital y facilitar su desarrollo.
Los expertos que estudian nuevas fórmulas para adaptar las obligaciones tributarias con una economía con mano de obra automatizada consideran que sólo deberían cotizar los robots que suplanten a un trabajador, mientras que quedarían exentos aquellos que realizasen tareas complementarias.
Sin embargo, la pregunta que todavía no ha contestado nadie es ¿quién debería asumir el nuevo gravamen: la máquina o su dueño? Una cuestión que trasciende del ámbito puramente económico y converge con el ético-moral. Tal y como señalan algunos pensadores, si el impuesto recayese sobre el robot ¿no estaríamos dotándole de identidad y reconociéndolo como un igual?
Y es en este punto donde debemos hablar de...
La 'personalidad electrónica' de los robots
Si un robot autónomo con un elevado coeficiente de inteligencia artificial cometiese un delito o un daño, ¿quién sería el responsable: el dueño o la propia máquina? Este escenario sacado de la mente de Isaac Asimov aún es ciencia ficción en nuestros días, pero las instituciones europeas quieren adelantarse al futuro y estar preparadas para un posible Skynet.
El Parlamento Europeo aprobó una resolución en la plantea dotar de “personalidad electrónica” a los robots más complejos para poder responsabilizarles de sus actos. Esto es lo que dice una de las recomendaciones de la Eurocámara en materia de robótica:
“Crear a largo plazo una personalidad jurídica específica para los robots, de forma que como mínimo los robots autónomos más complejos puedan ser considerados personas electrónicas responsables de reparar los daños que puedan causar, y posiblemente aplicar la personalidad electrónica a aquellos supuestos en los que los robots tomen decisiones autónomas inteligentes o interactúen con terceros de forma independiente”.
Los relatos fantásticos suelen imaginar un futuro en el que los robots nos envían al ostracismo laboral. Los trabajos se automatizan y nosotros nos vamos a la cola del paro. Otras historias aún son más distópicas y los humanos pasamos a ser esclavos de las máquinas. Afortunadamente aún son historias de ciencia ficción para disfrutar en la tele de nuestro salón.
La automatización de ciertas tareas tendrán un impacto negativo en el mercado laboral en el corto plazo, según algunas consultoras. Sin embargo, los mismos estudios, señalan que la digitalización y robotización crearán nuevos empleos. Lo que sucederá es que el empleado del futuro ya no deberá hacer tareas rutinarias, sino que se le pedirá habilidades digitales, técnicas y comunicativas.