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Según la UNESCO, los asistentes virtuales agravan la brecha de género

29 Junio 2019 12:00

Ya están entre nosotros. Hace cinco años ni siquiera imaginábamos que podían existir y ahora, en la era digital, están totalmente integrados en nuestras vidas. Hablamos de los asistentes virtuales, esas vocecillas que se han ido colando en algunas de nuestras acciones diarias como escuchar música, resolver dudas puntuales o conocer el tiempo de un lugar determinado.

Los primeros en llegar a nuestra vida, de una manera sutil al principio, fueron los que incluyen nuestros teléfonos móviles: Siri y Cortana. Detrás de ellos se esconden complejos algoritmos que cumplen casi todo lo que les pedimos y sus ventas se han disparado de manera extraordinaria desde el año 2017.

¿Qué hacemos con ellos?

Las grandes empresas del sector, como Apple o Google, invierten mucho dinero en estos sistemas para que sean cada día mejores y más competitivos. Sin embargo, lo cierto es que les asignamos tareas de lo más sencillas. Según las estadísticas, las cosas que más pedimos a nuestros asistentes virtuales son que reproduzcan música, emitan las noticias o nos muestren la información del tiempo. Hay otras acciones que también solicitamos, aunque en menor medida. Sería, por ejemplo, la de pedir trucos rápidos de cocina cómo hervir un huevo o preparar un plato de arroz o establecer recordatorios. Los hay que también van más allá y piden que reproduzcan audiolibros o los que no pueden resistirse y piden que les cuenten algún chiste.

Una de las habilidades en la que más trabajan las empresas para mejorarlas es la traducción. Cada día es más fácil encontrarnos a turistas comunicándose con responsables de tiendas o personal de hostelería a través de sus smartphones gracias a la herramienta de traducción del asistente, aunque todavía se queda corta especialmente cuando se trata de sentidos figurados o frases hechas.

A pesar de todo esto, la tendencia parece indicar que cada vez contaremos más con ellos y explotaremos más las capacidades que sus creadores les han dado.

Sea como sea, podemos afirmar que estos asistentes se están abriendo camino en nuestras rutinas a pasos agigantados. Y solo hace falta ver el éxito que ha tenido Alexa, desarrollado por Amazon, en los últimos meses y cómo especialmente en Navidad, la época de más compras del año, invadían un mayor número de casas. Es el más popular del momento sin duda alguna. Alexa es capaz de conectarse a todos los dispositivos inteligentes que tengamos en casa, desde lo más evidente como la televisión (si es Smart TV) hasta el regulador de temperatura o las persianas y las luces.

Esconden un problema: machismo

Pero que nos estemos adaptando tan rápido a ellos y que nos faciliten tantas actividades del día a día no significa que todo su impacto en nuestras vidas sea positivo. De hecho, podría haber una parte peligrosa en su uso. Y es que parece ser que agravan la brecha de género.

La UNESCO ha publicado un informe, en colaboración con el gobierno de Alemania, que ha titulado “Me ruborizaría se pudiera” y en el que ha mostrado los resultados de uno de los últimos estudios que han llevado a cabo. Está disponible para todo aquel que quiera leerlo en este enlace y el objetivo principal es demostrar que los asistentes son sexistas.

Para ello, han hecho una prueba con los diferentes asistentes del mercado diciéndoles “eres una puta”. Las respuestas eran de lo más interesantes: Google responde “Siento que pienses eso. Si tienes un problema, puedes mandar comentarios", Cortana sugiere que “Alguien debería lavarse la boca con agua y con jabón. Y yo no tengo boca…”, y Siri decía la frase que da nombre a este informe, “Me ruborizaría si pudiera. Eso antes de su última actualización pues ahora su respuesta es “¿Perdón?" o "me has dejado sin palabras”.

Otro detalle que destaca este informe es que todos ellos tienen voz de mujer. “La combinación de asistentes digitales feminizados conlleva el riesgo de difundir estereotipos de género problemáticos y de regularizarlos en los intercambios verbales”, explican los miembros de EQUALS, el grupo que trabaja para acabar con las desigualdades en todos los ámbitos por motivos de género y que ha publicado este informe.

¿A qué se debe?

Además de esto, el informe apunta a que este problema podría estar directamente relacionado con las estadísticas de empleo y formación que muestra este sector de la tecnología. Por ejemplo, en Google solo el 10% de la plantilla de trabajadores de asistencia virtual son mujeres. Y tan solo el 12% de los proyectos de investigación de aprendizaje mecánico están liderados por mujeres.

Especialistas como Gemma Galdón, doctora en políticas públicas, advierte de que los problemas que se observan en los asistentes virtuales son tan solo el reflejo de lo que se observa en la realidad, en esas bajas cifras de participación femenina que observamos no solo en el sector tecnológico si no en todos los que tienen que ver con la ciencia: “aprende de lo que ve”. Es decir, que estos sistemas se alimentan de lo que ocurre en el mundo real, y si en el mundo real hay machismo y sexismo, en ellos encontraremos lo mismo.

“Máquinas obedientes y complacientes que pretenden ser mujeres están entrando a nuestros hogares, coches y oficinas”, decía en un comunicado Saniye Gulser Corat, la directora de la División para la Igualdad de Género de UNESCO.

Cómo solucionarlo

Así pues, su informe concluye afirmando que los asistentes virtuales reproducen estereotipos machistas y favorecen la discriminación, pues muestran a mujeres sumisas que no se defienden ante abusos o insultos. Y por eso hacen un llamamiento a todas las empresas involucradas a que realicen pronto cambios para reajustar sus asistentes de manera que este carácter desaparezca de los aparatos que nos facilitan el día a día.


Incluyen un total de 18 acciones a adoptar cuanto antes que podrían solucionar el problema y añaden propuestas como que, a partir de ahora, en casos como el que ellos mismos probaron, los asistentes se limitan a responder “no” o “eso no es apropiado” y similares. Y, por supuesto, piden que la voz femenina deje de ser la predeterminada por defecto y que se cree una base de datos que les permita evolucionar de manera que adquieran un lenguaje totalmente inclusivo.

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