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Ángela Ruiz Robles, una maestra de escuela, patentó en 1949 la Enciclopedia mecánica: la semilla del primer libro electrónico. Era un dispositivo interactivo, fabricado con materiales ligeros y en forma de libro, que incluía todas las asignaturas escolares en un único espacio. El alumno sólo debía cambiar una bobina -como si de una MicroSD se tratase- para pasar de Matemáticas a Inglés. El gadget además incorporaba sonidos, gráficos, auto iluminación y una pantalla donde poder escribir o dibujar. El estudiante tan solo debía pulsar los botones -no era digital, pero casi- para leer lo que le interesase. Y como el 'libro mecánico' era ligero, te lo podías llevar dónde quisieras.
Michael Stern Hart ha pasado a la historia como el inventor del libro electrónico gracias al Proyecto Gutenberg. Este escritor, empresario y filántropo estadounidense fundó en 1971 un sistema que facilitaba el acceso a libros digitalizados mediante el envío de archivos de texto descargables en la mayoría de ordenadores.
Era el 4 de julio de 1971. Hart había ido a ver los fuegos artificiales del Día de la Independencia y de regreso a su apartamento, en Illinois, se detuvo en una tienda para comprar algo de cena. El dependiente le obsequió con una copia de la Declaración de Independencia, que encontró en el interior de la bolsa cuando llegó a casa. El joven estudiante decidió que aquel era un momento idóneo para utilizar su cuenta de acceso a Arpanet -una rudimentaria Internet- y enviar el texto al centenar de usuarios de la red.
Michael S. Hart escribió la Declaración de Independencia en una máquina de teletipo para transmitirla por Arpanet, pero la capacidad de la red era tan limitada que ni siquiera pudo soportar el peso de aquel texto. Lejos de frustrarse, diseñó un sistema para empaquetar la información en un archivo de menor tamaño capaz de viajar por la red y que pudiese descargarse en un ordenador. Había nacido el Proyecto Gutenberg. Los libros ya podían tener réplica digital. Había nacido el ebook.
El nacimiento del libro electrónico se sitúa en el Proyecto Gutenberg. Lo cierto, en cambio, y lo que poca gente conoce, es que el germen del ebook -el concepto de reunir en un mismo dispositivo una diversidad de contenidos con los que interactuar- lo encontramos en el norte de España y 22 años antes de que Michael Hart soñara con libros electrónicos.
Ángela Ruiz Robles (1895-1975), leonesa de nacimiento y gallega de adopción, es una de las inventoras españolas más creativas y olvidadas de la historia de España. Una mujer comprometida con la educación y con el uso de la tecnología para mejorar el aprendizaje de los alumnos. Para conocer su historia nos tenemos que trasladar al Ferrol, Galicia, donde ejerció como maestra de escuela durante la dictadura de Primo de Rivera, la II República y el franquismo.
En una época en la que el sistema educativo se basaba en recitar, memorizar y el lema de los docentes era “la letra con sangre entra”, Ángela Ruiz aterrizó en la aldea ferrolana de Santa Uxía de Madía estimulando la lógica, el razonamiento y el pensamiento científico de los niños y niñas del pueblo. Además, cuando cerraba las puertas de la escuela, nuestra protagonista enseñaba a los adultos de Santa Uxía de Madía a leer y escribir. Rápidamente se ganó el apodo de Doña Angelita.
Posteriormente, también en el Ferrol, fue la gerente de la Escuela Nacional de Niñas del Hospicio, donde atendía a las niñas huérfanas y abandonadas. Su amor por la docencia y su pasión por mejorar la sociedad a través de la pedagogía la impulsó a fundar la Academia Elmaca (por sus hijas Elena, Elvira y María del Carmen). Impartió clases a opositores de aduanas, correos y telégrafos, así como para ingresar en altos estudios mercantiles.
Quedarnos sólo con su faceta de profesora sería hacernos una idea incompleta de quién fue Doña Angelita. Ángela Ruiz Robles cultivó una extensa carrera como conferenciante y escritora. Entre 1938 y 1946, editó y reeditó gran parte de su obra: 16 libros en total, entre los que destacan Compendio de ortografía castellana, Ortografía castellana y Taquigrafía Martiniana abreviada moderna.
Esta maestra incansable pasaba las noches diseñando ingenios didácticos. Era una adelantada a su época como demuestra el Atlas científico-gramatical. Un proyecto cuya finalidad era enseñar la geografía española relacionándola con lecciones de ortografía, morfología, fonética y sintaxis al pasar de una página a otra. Es el concepto del actual enlace.
El ebook es un dispositivo electrónico con capacidad para almacenar una gran cantidad de información y acceder a ella de manera intuitiva, fácil y rápida. Almacenaje e intuición. Dos conceptos que Ángeles Ruiz Robles desarrolló en la década de 1940 para inventar la Enciclopedia mecánica, la precursora del ebook. Se trata del tipo de gadget que hubiese acaparado la atención de todos los techies, en caso de haber existido en los años 50 del siglo pasado.
La profesora, preocupada por la cantidad de peso que los niños y niñas cargaban a sus espaldas, inventó un dispositivo en el que cabían todas las asignaturas. La Enciclopedia mecánica era un pequeño maletín, fabricado con materiales ligeros como el zinc y el bronce, para que el estudiante pudiese llevarlo a todas partes. Era transportable y se podía usar en vertical u horizontal. Sí, su 'pantalla' también giraba al gusto del usuario.
La Enciclopedia mecánica era un soporte de lectura formado por láminas con distintos dibujos. Las ilustraciones estaban divididas en fragmentos de información. Cada vez que el alumno pulsaba un texto, éste se iluminaba y se relacionaba con otro concepto. Una idea/palabra te llevaba a otra. ¡Ángela acaba de introducir el hipertexto!
La profesora describía su invento como un aparato de “enseñanza intuitiva, amena y para aprovechar con rapidez los momentos que la atención pueda estar fija hacia un punto determinado”. También destacaba “ventajas extraordinarias de la presentación real de las cosas para, con deleite y agrado, conseguir el máximo de conocimientos con un mínimo esfuerzo”.
Ángela Ruiz patentó su invento en 1949 con el epígrafe de “procedimiento mecánico, eléctrico y a presión de aire para lectura de libros”, con número 190.698. La maestra mantuvo el pago de esta patente hasta 1961. Un año más tarde solicitó otra patente para un artilugio similar, pero algo más simplificado ante la dificultad del proyecto inicial. Esta segunda patente tenía el nombre de “aparato para lecturas y ejercicios diversos”. De hecho, este segundo modelo de la idea original es el más recordado.
La inventora decidió simplificar el mecanismo eliminando todo el sistema de pulsación mecánica o eléctrica y las piezas móviles. El resultado fue un bloque compacto, en forma de maletín, en cuyo frontal se insertaban los abecedarios y bobinas con las asignaturas. Además, se incluía un espacio para llevar cartuchos de otras materias -como si fuese una entrada USB-, una pantalla para escribir, hacer ejercicios, dibujar... e incluso un aparato de reproducción de sonido para que el alumno pudiera escuchar la lección.
El usuario tan solo debía pulsar un botón para que el sistema mecánico trajera al frente la materia que quisiera consultar. Otro pulsador permitía iluminar el 'libro' para facilitar la lectura. También incorporaba una lente de aumento y se planteó la posibilidad de utilizar tintas luminiscentes para consultarlo en la oscuridad. La Enciclopedia mecánica hubiese dejado de piedra a Steve Jobs.
Ángela Ruiz Robles: una portentosa inventora, una apasionada docente y una creadora visionaria. Doña Angelita, como la llamaban sus alumnos, ha estado olvidada durante mucho tiempo. Ya es hora de escribir su nombre en mayúsculas. Desde Yoigo queremos poner nuestro granito de arena para reivindicar a Ángela Ruiz Robles como una de las mentes más privilegiadas de nuestras historia reciente.
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