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El arte más techie: la creatividad se casa con la IA


Si nos piden que pensemos en arte, tal vez nos acordemos de las pinturas de Rembrandt, las melodías de Mozart o las novelas de Cervantes. En cambio, si alguien nos menciona la palabra tecnología, es muy probable que nuestra cabeza piense en el smartphone último modelo, en los avances de la Inteligencia Artificial o en un supercomputador que nos facilite la vida.

Seguro que algún lector avispado habrá unido los dos conceptos si haber sufrido un cortocircuito. Y es que, efectivamente, la tecnología y el arte van de la mano. Los artistas siempre han encontrado en los avances tecnológicos un aliado para hallar nuevas herramientas de expresión y creación artística.

La tecnología al servicio de la expresión artística

La tecnología ha transformado los procesos creativos hasta desempeñar un papel fundamental en la producción escultórica, pictórica y musical. Los ordenadores fueron en sus inicios una herramienta para las Bellas Artes, pero actualmente las computadoras son un lienzo, un pincel, un instrumento musical o un cincel en sí mismos.

La fotografía se considera el primer medio que relaciona arte con tecnología. Fue a principios del siglo XIX (1825) cuando un terrateniente francés y científico aficionado, Joseph Nicéphore Niépce, logró plasmar la primera imagen permanente sobre papel y en negativo. Desgraciadamente ninguna de estas primeras fotos se conserva en la actualidad.

Los caminos del arte y la tecnología volvió a converger de forma extraordinaria el día en que Marie Louise Fuller fusionó la danza con la luz. La bailarina, actriz y productora estadounidense impulsó el uso de luces multicolores para conseguir asombrosos efectos visuales a principios del siglo XX. Fuller fue una visionaria que abrió el camino a los espectáculos de danza lumínicos.

Las esculturas siempre son en 3D, pero ahora se hacen con impresoras 3D

El arte, la ciencia y la tecnología han proporcionado a los creadores nuevas herramientas con las que romper los límites del arte “tradicional”, al tiempo que introduce un debate sobre aquello qué debe considerarse arte.

¿Un escultor que no moldea piedra, madera o mármol es un escultor? Estás es una de las preguntas que los teóricos se formularon cuando vieron que Eyal Gever desafió todo convencionalismo con sus esculturas impresas en 3D. Si no se recurre a una impresora 3D, ¿cómo puede esculpirse un trozo de océano, una explosión nuclear o una cascada?

cascada
'Waterfal' de Eyal Gever

Edificios como lienzos: Video Mapping

No dudaríamos ni un segundo en afirmar que un lienzo de Velázquez es arte, en cambio, ¿qué diríamos de un Video Mapping? No se dibuja con pinceles ni tampoco sobre un lienzo, sino que consiste en proyectar imágenes creadas por ordenador sobre superficies reales para generar efectos de movimiento ó 3D.

Un primer prejuicio nos llevaría a pensar que por el hecho de recurrir a la tecnología ya carece de valor artístico. Para romper ciertas ideas preconcebidas, clica y disfruta de una de las creaciones de Onionlab: Axioma.

Apps para crear y distribuir arte

Las apps también tienen mucho que decir en el mundo del arte. Existen diferentes ejemplos de aplicaciones móviles que se utilizan como soporte o herramienta para llevar a cabo un proyecto artístico desde nuestros smartphones. Un ejemplo de ello lo encontramos en la artista Lia, que utiliza las apps como plataforma de creación y distribución.

Scott Snibe también encontró en las pantallas móviles el soporte ideal para exponer su arte digital. Su obra más famosa es Biophilia (2011), creada para Bjork y concebida como un “conjunto de música original y obras de arte interactivas, educativas y artefactos muicales”.

Los artistas no tenían otro remedio que acudir con sus obras a las galerías y esperar que éstas considerasen que eran lo suficientemente buenas como para ser expuestas. Era la única vía para darse a conocer. Ahora, en cambio, los artistas disponen de Internet y de las redes sociales para exhibir, disponer y vender su arte. Las galerías dan prestigio, pero no son imprescindibles para descubrir a nuevos talentos.

Inteligencia Artificial: ¿creación o imitación?

¿Las máquinas pueden crear arte? Quien considere que el arte es una actividad humana consistente en reflejar la realidad, lo irreal o los pensamientos, entenderá que una máquina nunca será una artista.

Mientras que aquellas personas que entiendan el arte como la recreación de realidades, abstracciones o emociones, tendrán un posicionamiento un poco más flexible. Lo determinante, por tanto, se encuentra en la importancia que se le dé al factor humano en el proceso creativo.

Lo que es una realidad fuera de discusión es que los productos artísticos derivados de la inteligencia artificial cada vez son más frecuentes. Existen diferentes proyectos que han explorado la capacidad de la IA en la creación artística con resultados asombrosos.

Deep Style
Deep Style

Un ejemplo es el Deep Dream Generator, un sistema de aprendizaje profundo capaz de crear obras convincentes a partir de patrones reconocibles. Los programas de deep learning funcionan siempre que tengan ejemplos en los que fijarse para después reproducirlos.

Y es precisamente esa característica la que lleva a muchos estudiosos y expertos en arte y tecnología a determinar que las obras creadas mediante IA no son expresiones artísticas. ¿La razón? Porque la inteligencia artificial únicamente imita y es incapaz de crear nuevos estilos. Vamos, que se dedica a hacer un copy/paste en toda regla.

Otro proyecto destacado es Obvious, sistema algorítmico alimentado con más de 15.000 retratos pintados entre los siglos XIV y XX. Se trata de un colectivo multidisciplinar parisino formado por un artista, un investigador de IA y un economista.

Los tres amigos son apasionados del arte y decidieron desarrollar un algoritmo capaz de pintar retratos. El experimento les salió de fábula: Obvious ya cuenta con una colección de once obras y ha vendido una de ellas por 383.000 euros a la Galería Central de Londres de Christie's.

Belamy
Edmond de Belamy, The Next Rembrandt

¿Por qué conformarse sólo con admirar las obras pictóricas de Rembrandt? ¿Por qué no hacemos regresar al maestro para que cree una pintura más? Eso es lo que debieron preguntarse los impulsores del proyecto The Next Rembrandt. Se trata del ejemplo más emblemático de creatividad computacional.

The Next Rembrandt es un proyecto de inteligencia artificial al que se le instruyó con múltiples variables de las obras del genio holandés. Un equipo multidisciplinar examinó todo el trabajo de Rembrandt pixel por pixel y analizó los colores empleados, las proporciones faciales, las direcciones de las miradas…

Una vez que el sistema reunió todos los datos, el algoritmo de aprendizaje profundo ya era capaz de crear su propio Rembrandt y pintarlo con una impresora 3D.

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