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La larga historia de las tarjetas de memoria: de 32MB a 1TB


Desde el comienzo de los tiempos hemos tenido la necesidad de almacenar información para utilizarla en el futuro. Comenzando por las pinturas rupestres hasta llegar a los contenidos subidos a una nube, pasando por los libros, hemos ido encontrado multitud de aplicaciones tecnológicas para hacerlo.

El estado del arte en esto de guardar datos lo podemos encontrar en las tarjetas de memoria, un dispositivo imposible de mejorar en cuestión de facilidad de transporte, con unas capacidades de almacenamiento que han ido creciendo exponencialmente. Se han convertido en el socio ideal para gadgets electrónicos como cámaras, ordenadores o teléfonos.

En este artículo vamos a hacer un repaso por la evolución de nuestras queridas tarjetas, pero de una forma bastante global, introduciéndolas en la historia del almacenamiento.

Creemos que al margen de especificaciones y números llamativos también está bien ponernos en situación y comprobar cómo han cambiado las cosas con los años.

Una historia llena de almacenamientos

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Sostener entre nuestros dedos esas pequeñas memorias, especialmente en el caso de las omnipresentes tarjetas SD, nos debería hacer valorar lo que ha cambiado la cosa, para bien. La tecnología corre demasiado rápido en estas últimas décadas, pero es curioso ver cómo conseguimos almacenar por primera vez unos datos.

El sistema al que nos referimos es el de la cinta perforada, que no es otra cosa que una larga tira de papel en el que se escribe la información mediante agujeros. Muy empleada a lo largo del siglo XX, nos tenemos que marchar a 1725 para conocer a la primera máquina, llamada Basile Bouchon. Se trataba de un telar programable.

A finales de ese mismo siglo tenemos que darle su valor a Herman Hollerith y el invento de la máquina tabuladora, un sistema para confeccionar el censo de todo Estados Unidos en un tiempo récord, basado en tarjetas perforadas. Lo interesante es que otras máquinas interpretaban y procesaban esas tarjetas, así que estábamos ante las más primitivas tarjetas de memoria.

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La realidad es que tuvimos que llegar a mediados de siglo XX para que empezaran a aparecer muchas formas más modernas de guardar la información fuera de los propios equipos, podemos citar a las cintas magnéticas, que todavía siguen vigentes en algunos ámbitos.

Un buen ejemplo mucho más cercano a nuestros días, más concretamente en 1965, tenemos a la máquina Olivetti Programma 101 (siguiente imagen), uno de los primeros ordenadores comerciales de escritorio, que contaba con la particularidad de poder almacenar información: tarjetas magnéticas.

En siguiente décadas veríamos la llegada de soportes mucho más amigables y cercanos a todo tipo de público, como las cintas de cassette o los disquetes, para luego dejar espacio a los más capaces discos ópticos: CD-ROM entre los ochenta y noventa, para dejar paso a los DVD. Más adelante los Blu-Ray.

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Llegan las tarjetas de memoria

Finales de la década de los noventa es el momento en el que entran en juego nuestras protagonistas: las memorias que caben en un bolsillo. Principalmente presentes en dos formatos: tarjetas de memoria de tipo SD (1999) y unidades flashdrive con conexión USB (2000).

Tenemos que comentar que la siguiente evolución importante la tenemos en la capacidad de guardar los datos en la red de redes, en lo que llamamos nube, pero eso es otra tema en el que no vamos a extendernos ya que no es el motivo de este artículo.

Nos paramos mejor en nuestras tarjetas SD, miniSD y microSD, creadas por la alianza de las compañías SanDisk, Matsushita y Toshiba. Las Secure Digital (SD) es un formato que perdura hasta nuestros días con una implantación sin precedentes y una evolución en tamaño y velocidad que pocos podían esperar.

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No podemos obviar que en el terreno de la telefonía móvil la propia tarjeta SIM es un método de almacenamiento, mucho más reducido, pero útil en los primeros días de vida, consiguiendo almacenar contactos y mensajes. Cambiabas de teléfono y te llevabas toda esa información.

Al mismo tiempo que el formato SD convivieron muchos otros que han conseguido un éxito importante, como el sistema CompactFlash, las Memory Stick, las XC, las SmartMedia o las MultiMedia Card o MMC (desarrolladas por Sandisk junto a Siemens). Pero todas ellas, antes o después sucumbieron ante las SD.

Siendo justos con la memoria tecnológica hay que decir que a comienzos de los noventa se extendió el uso de las tarjetas PC Card (o PCMCIA), un periférico para ordenadores portátiles que nos permitía expandir la memoria, entre otras cosas.

Bastante más grande que las tarjetas que hemos comentado en el punto anterior, pero un paso necesario para llegar hasta ellas.

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Volviendo a las tarjetas de memoria y relacionándolas con teléfonos, los primeros modelos que ofrecieron almacenamiento que podíamos sustituir eran el Siemens SL45 y el 9110i Communicator de Nokia, allá por el año 2000. Usaban tarjetas MMC, que hoy en día no son competencia para SD, pero siguen vivas como elementos internos de los equipos

Es importante nombrar a Sony en toda esta historia, siempre presente con su abrumadora tecnología y diseño, puesta en práctica en las tarjetas Memory Stick. Desafortunadamente querían jugar con la exclusividad, como ya hicieron en el pasado con otros formatos, y eso les hizo perder la batalla frente a las tarjetas SD.

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La evolución de la memoria flash

Estamos dando por hecho lo que es una tarjeta de memoria, pero debemos describirla como un soporte de plástico en el que hay una memoria de tipo flash, que conserva y transporta los datos transferidos. Es una memoria no volátil, los datos van a estar ahí incluso sin que haya energía eléctrica manteniendo el sistema.

Lo interesante del asunto es que las unidades de grabación y lectura de este tipo de memorias ocupan tan poco como las propias tarjetas, así que es muy fácil colocarlas en dispositivos pequeños, de ahí que las veamos por todos lados. Creo que queda claro que la tarjeta SD ha sido la triunfadora y en ella nos vamos a detener un poco más.

En los primeros días de vida de las tarjetas SD era fácil encontrar memorias con 32 o 64MB para almacenar datos, en muy poco tiempo comenzaron a duplicar y triplicar esta capacidad. Pero no fue hasta 2006 con la aparición del formato “High Capacity” (SDHC) cuando se empezó a pensar en ellas como un lugar serio para almacenar datos. Algo así como una SD 2.0 que superaba los 2GB de espacio.

SanDisk-Micron-1TB-microSD

En 2009 ya veíamos con facilidad tarjetas SD con 4GB, en 2010 la cifra se doblaba, en 2013 SanDisk ya ofrecía 64GB y en 2016 había tarjetas con 256GB. Para llegar primera vez al TB hemos tenido que esperar a estos últimos meses y la verdad es que resulta increíble encontrar esa capacidad en un formato como microSD.

Al mismo tiempo que crecían en tamaño, también han ido mejorando en dos aspectos cruciales: velocidad de lectura y escritura. Es muy importante en determinados escenarios de uso, como la grabación de vídeo o el alojamiento de aplicaciones.

¿Qué nos depara el futuro?

En primer lugar comentar que aparecen alternativas, como las Nano Memory de Huawei, un formato que no mejora en tamaño o velocidad, pero apuesta por ocupar el mismo espacio que una tarjeta nanoSIM, de forma que podría ir acoplada en una bandeja dual SIM. A pesar de confiar en su alto índice de ventas, Huawei debería echar un vistazo a la historia de Sony, los formatos exclusivos nunca llegaron muy lejos.

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Con respecto a las tarjetas SD, tenemos un nuevo paso importante este año con la introducción de SD Express. Un estándar que básicamente trae al mundo de las tarjetas el sistema de conexión más rápido que conocemos en el almacenamiento de PC, el interfaz PCI Express. Será necesario que lectores y tarjetas estén preparados, pero ya se habla de 985 megabytes por segundo.

Sobre cantidad de memoria alojada en una tarjeta de memoria, pues tenemos que mirar al nuevo estándar SD Ultra Capacity (SDUC), con capacidades que arrancan en 2TB y llegarán hasta los 128TB.

Imágenes | Philipp Katzenberger

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