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Qué es el amor: un científico nos lo explica

13 Febrero 2019 - Actualizado 15 Febrero 2019

Hoy, para explicar qué es el amor, tenemos como firma invitada a Bloygo a Javier Santaolalla, científico de Date un Mi. Aquí su colaboración, ¡pero antes!, un test para que demuestres todo lo que sabes sobre amor y puedas ganar parejas Funko:

«Siento ser yo quien te lo diga, pero lo que llaman amor es una reacción química que impulsa los animales a aparearse.»

Se lo dice el abuelo científico excéntrico a su nieto en la famosa serie de televisión Rick&Morty.

Una afirmación bastante controvertida que reduce algo tan «poco físico» como podría ser el amor a simples reacciones entre átomos y moléculas a través de interacciones físicas fundamentales. Lo cual hace que nos preguntemos, muy en especial en fechas como estas: ¿qué es el amor?, ¿es, como dice Rick, simple química?

El amor no está en el corazón

A pesar de las miles y millones de representaciones del corazón como el centro del amor, eso sí que parece una relación sin fundamento biológico. El corazón realiza una función importante, fundamental para nuestra vida: bombear sangre a todo nuestro cuerpo, pero poca implicación tiene este músculo tan activo en las elecciones amorosas que hacemos en nuestra vida. Así que deja de culpar a esa región de la izquierda de tu tórax por tus malas decisiones y por caer siempre en los mismos errores.

Si quieres de verdad hallar al verdadero culpable de las atrocidades que haces en nombre de Cupido, vas a tener que buscar en otra parte. Y quizás no sea una gran sorpresa si señalo entre tus cejas. Es el cerebro, el mismo culpable de todas las emociones: el odio, el rencor, la ira, la agresividad, la compasión, la bondad, las alegrías y las penas; él también es el responsable de los sentimientos de amor y deseo. Y parece que todo tiene, al menos en origen, una relación con la química, todo es un juego de hormonas.

El amor tiene que ver con las hormonas

Las hormonas son mensajeros químicos, sustancias que son segregadas por nuestro cuerpo para influir en nuestro comportamiento, de forma inconsciente. Hay hormonas que producen y sacian nuestro apetito; generan sensación de sueño y cansancio; el peligro o la lucha, como la adrenalina; presión sanguínea; digestión; crecimiento; plaquetas; contracción; dolor; curiosidad… ¡somos un saco de hormonas!

Las hormonas mantienen el equilibrio interno, regulan las funciones básicas y dirigen nuestra respuesta frente a cambios. De alguna forma, podemos decir que las hormonas determinan nuestro comportamiento tanto como nuestro comportamiento influye en nuestras hormonas. Aunque no seamos conscientes de ello muchas de nuestras acciones, sentimientos y emociones están marcadas por un potente flujo de estos bichos químicos, las hormonas.

Y cómo no, también son las hormonas responsables de la función más importante biológicamente hablando en los seres vivos, la reproducción.

El amor viene del instinto de aparearse

Mira el cóctel de hormonas que continuamente influye en nuestro comportamiento sexual: la testosterona es la hormona del deseo sexual; los estrógenos de la feminidad y regulación del ciclo menstrual; la progesterona de la maternidad; la prolactina es la inhibidora del deseo; la dopamina de la curiosidad y la motivación; la noradrenalina de la excitación corporal; las endorfinas del placer…

Pero hay una hormona que parece tener un efecto determinante en nuestro ser, que genera —entre otras cosas— esa sensación de alegría, de plenitud, de arrojo, eso que llamamos «mariposas en el ombligo»; la culpable de esa sensación de euforia, de entrega, la que nos impulsa a cometer locuras, dar la vida por la otra persona, la que no nos deja pensar en otra cosa… esa hormona se llama oxitocina, la llamada comúnmente hormona del amor.

El amor es una reacción química

Aunque parezca increíble, así es, solo con reacciones químicas de hormonas con nuestro cuerpo somos capaces de explicar muchas cosas. ¿A veces no te sientes especialmente caliente? ¿Con ganas de conocer a alguien? ¿o especialmente coqueto o coqueta? Estás siendo víctima de este «quimicefa» corporal, de la química invisible, de las hormonas.

Pero centremos en la hormona la culpable de todo este fraude, la hormona de la tontería, del babeo, la que nos vuelve tontos de remate, capaz de hacer que dos amantes mueran de amor, o peor, pierdan la dignidad: la oxitocina.

El amor y la oxitocina

La oxitocina es una mezcla de átomos de carbono, nitrógeno, oxígeno y hidrógeno, azufre y es la causante de guerras, batallas y traiciones, pero también de los mejores cuadros, sonatas, o poemas. Y todo por unos simples átomos cohesionados en la forma adecuada. Pura química. ¿Y cómo funciona este complot?

La oxitocina es segregada por el hipotálamo en nuestro cerebro y fluye a través del torrente sanguíneo hasta los receptores. Y se libera bien por succión del pezón, en la lactancia, bien por estimulación de los genitales o por distensión del cuello del útero, durante el embarazo.

Esto tiene en nuestros cuerpos un efecto que ya pueden imaginar… genera excitación sexual, sensación de apego personal, tanto en el sentido sexual, como en el sentido social, lazos maternales, generosidad y altruismo, fidelidad y en lo que viene al caso, es parte de esa sensación de amor.

O mejor, en palabras Sheldon Cooper:

«Cuando se segrega una molécula, la oxitocina, se produce una reacción bioquímica en el cerebro que la gente interpreta, ingenuamente, como enarmorarse»

Aunque, a decir verdad, los científicos tenemos que —por lo pronto— reconocer nuestra ignorancia.

Si bien es cierto que la química tiene un efecto directo en nuestro comportamiento, este es muchísimo más complejo que solo eso; así que es absurdo reducir lo que llamamos amor a una única hormona.

Lo que se sabe por ahora es que se ha encontrado un alto índice de oxitocina en personas que dicen estar enamoradas y se sabe que se segrega en grandes cantidades durante las relaciones sexuales. ¿Hay otros factores que tener en cuenta? Seguramente. Aún así, especialmente en un día como hoy, no le pierdan vista al principal sospechoso: la maldita oxitocina.

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