Fenómeno hikikomori y su relación con las tecnologías
14 Enero 2020 - Actualizado 20 Marzo 2020
Las nuevas tecnologías nos facilitan la vida. Podemos comunicarnos con quien queramos a través de Skype, realizar teletrabajo con la ayuda de un ordenador y una buena conexión a internet, y hacer la compra o pedir comida a domicilio a través del móvil. ¡Más fácil, imposible!
Ahora bien, desde hace unos años se está viendo cómo crecen los casos de aislamiento social en adolescentes, y cómo estos trastornos tienen una relación directa (aunque no única) con el auge de las nuevas plataformas sociales, aplicaciones y aparatos tecnológicos.
En Japón este fenómeno recibe el nombre de hikikomori y afecta, según fuentes oficiales, a más de 700.000 jóvenes. Y no solo a los japoneses, sino que se está empezando a expandir por el resto del mundo. ¿Cómo actuar frente a esta realidad?
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¿Cómo definimos a un hikikomori?
“El hikikomori se ha descrito como un fenómeno psicopatológico y sociológico en el que las personas se retiran completamente de la sociedad durante al menos 6 meses y se recluyen en el hogar con el objetivo de evitar cualquier compromiso social como la educación, el empleo y las amistades.
El trastorno afecta de manera primordial a adolescentes o jóvenes que se aíslan del mundo, encerrándose en las habitaciones de casa de sus padres durante un tiempo indefinido, pudiendo llegar a estar años enclaustrados. Rechazan cualquier tipo de comunicación y su vida comienza a girar en torno al uso de Internet y de las nuevas tecnologías”.
Esta es la explicación literal que ofrecen Mario de la Calle Real y María José Muñoz Algar, del Instituto Psiquiátrico Montreal El Plantío en Madrid, en su estudio Hikikomori: el síndrome del aislamiento social juvenil.
A pesar de que el término nace en Japón, cada vez se presentan más casos en otros países. En Corea del Sur, por ejemplo, se realizó un análisis en el año 2005 que detectó a un total de 35.000 jóvenes, un 0,3% de la población, socialmente aislados. En el caso de Hong Kong, los datos de 2014 eran más alarmantes: un 1,8% de sus habitantes eran hikikomoris.
El síndrome de hikikomori es tan conocido en los países asiáticos que existe un cómic llamado ¡Bienvenido a NHK! basado en la vida de un joven de 22 años que es un recluido social y que analiza a fondo el fenómeno hikikomori profundizando en temas como la depresión, la soledad, las relaciones sociales o las crisis existenciales.
¿Qué ocurre en España? El fenómeno hikikomori no es un desconocido en nuestro país. Un estudio elaborado por los médicos del Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones del Hospital del Mar de Barcelona, el primero hecho en Europa, lo confirmó. Nada menos que 164 personas sufrían el síndrome de hikikomori, un problema de salud que, según los expertos, cada vez es más preocupante.
Aislamiento social y nuevas tecnologías
El aislamiento social en adolescentes puede producirse por diversas causas, como trastornos de agorafobio o depresión, aunque una de ellas tiene mucho que ver con el abuso de las tecnologías. “Hace que los chicos puedan creer que están jugando con amigos aunque estén solos con un micrófono”, explica Marc Masip, director del Instituto Psicológico Desconect@, especializado en el tratamiento de adicciones a móviles, redes sociales y videojuegos.
Según sus palabras, se trata de un tema “realmente preocupante”. “El hecho de que cada vez salgan más apps, videojuegos y plataformas con componentes tan adictivos como pueden ser Fortniteo Instagram nos hace ir hacia atrás. Estas plataformas de finalidad económica influyen muchísimo en los jóvenes y nos lo ponen a todos mucho más complicado”, añade.
En realidad, el abuso de tecnologías es tanto una causa como una consecuencia. Aquellos jóvenes que tienen fobia social y que prefieren pasarse el día recluidos en su cuarto, tienden a usar los aparatos tecnológicos como método de distracción. Por ello, al describir a un hikikomori se afirma que dedican horas a ver la televisión y a jugar al ordenador, sobre todo por las noches.
¿Cuál es el perfil de joven más susceptible a caer en un aislamiento social derivado del uso de tecnologías? “Son más chicos que chicas, entre los 16 y los 21 años”, señala Masip, quien insiste en que el aislamiento social es tanto una causa como una consecuencia. Como apuntábamos, hay muchos adolescentes que por otro tipo de problemáticas , ya sean malos tratos, trastornos de autoestima o depresión, pueden acabar desarrollando un síndrome de este tipo.
Consecuencias de ser un hikikomori
El trastorno de conducta del que hablamos tiene unas consecuencias que se acabarán viendo en la persona afectada. “Se relacionan menos con sus iguales, ya sea posibles parejas, amigos o familia; tienen trastornos de higiene, de alimentación y de orden; además son personas poco productivas y con poco futuro laboral”, detalla Marc Masip, quien subraya que este aislamiento social “es uno de los problemas más preocupantes a nivel social de la actualidad”.
Ante esta realidad, no podemos dejar de preguntarnos cuáles son las señales de alarma que pueden ayudar a los padres a detectar un caso de hikikomori. “El aislamiento social en sí ya es una señal de alarma, y llega derivado de un abuso de las tecnologías. Si los chicos no salen de su habitación, tienen cambios emocionales cuando les quitamos un aparato y responden con agresividad, tiene una baja asistencia a clase y/o bajo rendimiento escolar, son incapaces de relacionarse con los demás, viven en el desorden, no hacen deporte, pasan mucho tiempo encerrados ante pantallas… Todo ello son señales de alerta importantes”, señala el experto.
Otros expertos japoneses, como Koyama, apuntan a que el incremento de casos se está dando en países desarrollados o de altos ingresos. Además, no todos los casos llegan al extremo de no salir de casa. En Japón tan solo el 27% vive en reclusión. El resto pueden ir al trabajo o a la escuela, aunque sus actividades no incluyen relaciones sociales.
¿Cuál es la solución al problema?
Marc Masip es muy claro a la hora de señalar cuál es el camino para prevenir este tipo de conductas. “En primer lugar, la prevención. Hay que estar pendiente de los hijos sin sobreprotegerlos ni aceptando todo lo que hagan. Hay que hacerle ver lo que está bien y lo que está mal”, señala.
“En segundo lugar, la educación y formación. Tenemos un acceso de dispositivos con una total libertad de uso sin un conocimiento previo. No olvidemos que para conseguir más libertad y tener mayor poder de decisión, la base es el conocimiento”, explica. “Y en tercer lugar, se necesitan unas leyes estatales que rijan el uso de las tecnologías, que digan a qué edad se puede llevar el móvil al colegio o se le puede dar a un hijo”, indica y añade: “Todo fomentado hacia un buen uso, no hacia la prohibición”.