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¿No puedes evitar fisgonear el móvil de los demás?


Te subes al metro y cada cual está en sus menesteres. Estás aburrido y justamente la persona que se sienta a tu lado revisa su smartphone. No lo puedes evitar y miras de reojo el contenido de su conversación, incluso atinas a leer algunas líneas y el nombre de la persona con la que habla. Y tu imaginación comienza a volar.

No te sientas mal. Fisgonear las pantallas ajenas es una actividad puramente humana. Tan humana que el 97% de la población lo hace, según un estudio alemán. Y eso que los alemanes, para la privacidad, ya sabéis que son especiales. Pero ¿qué intención existe tras este fisgoneo? ¿Realmente es solo curiosidad?

No prometas no fisgonear el móvil ajeno si no puedes

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No es extraño encontrar a personas en las colas del autobús, del metro o del supermercado revisando sus terminales. Lo hace 8 de cada 10 españoles con un smartphone. Se presenta así una nueva ventana a las almas curiosas que aprovechan la tediosa espera buscando pasar el tiempo mirando por encima del hombro.

Este fenómeno tiene nombre: se llama “shoulder surfing, que viene a ser en español “espionaje por encima del hombro”. Es verdad que suena muy cool en inglés, y que en español no suena igual, pero el fenómeno es el mismo.

Nosotros preocupados por los hackers profesionales y va a ser que, por mero despiste del propietario del teléfono, podemos estar registrando cada actividad del compañero de al lado sin darnos cuenta de que estamos fisgoneando lo que no nos pertenece.

No es nuevo. Hace algunos años tratábamos de averiguar en qué lectura andaba sumergido el de al lado o leíamos noticias de un periódico que no nos pertenecía. Ahora se abre un nuevo camino a saber más del que se sienta a nuestro lado, e incluso entrar en su esfera más personal.

Podemos averiguar qué responde en esa entretenida conversación de WhatsApp, a qué le da like en Instagram, observar las fotos de ese apasionado fin de semana, qué le dice su jefe en el email del trabajo o ver las cuentas del banco para ver con cuánto va a pasar el mes.

Un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Múnich trata de desgranar el perfil del “curioso”, cuáles son sus intenciones y qué sensaciones produce en el observado. Para ello preguntaron a 176 personas de entre 16 y 57 años sobre “privacidad y teléfonos móviles”.

No vamos a alargar más ese sufrimiento, porque te preguntarás por qué lo hacen. Los investigadores son claros y lo explican así: "Los shoulder-surfers rara vez actúan por razones que no sean curiosidad o aburrimiento".

Por tanto, ¿qué amenaza real supone? Es justo lo que querían estudiar los investigadores de este estudio: “Los teléfonos móviles ya no se utilizan solo para hacer llamadas, contienen gran cantidad de datos confidenciales”, afirma uno de ellos.

Los hombres son los más cotillas

Según las conclusiones del estudio que mencionamos, los hombres son los más cotillas y su tendencia es, sobre todo, a observar la pantalla de las mujeres. Pero, ¿con qué intención? Efectivamente estos voyeurs tecnológicos no siempre tienen intenciones malvadas.

Es algo en lo que también está de acuerdo Luis Antón de IPSIA Psicología: "Fisgonear o espiar está ligado a los orígenes de la cultura humana como seres sociales. Procedemos de un mundo sin paredes, donde vivíamos continuamente expuestos a los demás”.

Además, continúa el experto que “cuando empezamos a hacernos sedentarios y creamos las paredes y la privacidad se produce un deseo no resuelto entre saber lo que les pasa a los demás y la intimidad. Es decir, las paredes aumentaron la desconfianza".

De hecho, la mayoría reconoce que lo hicieron involuntariamente o por aburrimiento según el mencionado estudio (90 de los encuestados). Venga, en serio. ¿Es solo por aburrimiento? Luis Antón de IPSIA Psicología además añade que “necesitamos tener información de la vida de otras personas, las raíces de esta dinámica es nuestra evolución, cuando gran parte de nuestro éxito reproductivo y la supervivencia dependía de conocer la actividad de los demás”.

Básicamente, reconoce el experto ese conocimiento sobre el comportamiento social te daba unas expectativas sobre el entorno, para saber lo que puedes esperar y reducir así la incertidumbre. “Además se ha comprobado que saber información de otras personas nos ayuda a evaluarnos a nosotros", insiste Luis Antón.

Es curioso que en el estudio de la Universidad de Múnich hay una mayoría que reconoce su culpabilidad o, al menos, no estaban orgullosos de hackear analógicamente al compañero de al lado. Mientras que los observados se sienten violados, molestos, enojados y una mezcla de otros sentimientos negativos.

El experto de IPSIA Psicología, en ese sentido, reconoce que “cuando espiamos hay emoción en estado puro. De hecho, son historias y nos satisfacen , con el aliciente de que conocemos a los protagonistas". Por lo que podemos sentirnos mal, pero no podemos evitarlo del todo.

¿Espías a tu pareja?

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Esto es ya un tema más peliagudo y que se escapa de la “inocencia” inicial que planteamos antes. De hecho, hacerlo puede tener consecuencias nefastas, pues el Código Penal español castiga el fisgoneo de móvil como un delito contra la intimidad, basado en el derecho constitucional a la inviolabilidad de las comunicaciones y a preservar la intimidad personal.

En pocas palabras: penas de prisión que van desde uno hasta cuatro años. Tanto es así que el pasado 15 de noviembre, una mujer fue condenada a 15 meses de cárcel por espiar el móvil de su marido, a pesar de que el fiscal pedía dos años y a pesar de que supuestamente sí tenía una amante.

Es delito, sí, pero pero una de cada tres personas reconoce que espía el móvil de su pareja según un reciente estudio realizado por la compañía de ciberseguridad Kaspersky Lab y desarrollado por Toluna. Además, de los 18.000 encuestados un 33% confiesa que ha discutido con su pareja después de que el otro le haya echado un ojo a su dispositivo.

En este caso, las intenciones van más allá del puro aburrimiento. De hecho, según los expertos, las razones son celos, desconfianza, inseguridades y miedo. Según Ángela Arenas, psicóloga familiar, “hay miembros de la pareja que tienen comportamientos patológicos y que repiten siempre el mismo patrón con todas sus parejas. Son los denominados celos patológicos”.

Por ello, Arenas plantea que nos preguntemos qué ha cambiado en la otra persona de la pareja, si ha cambiado su comportamiento o su rutina. En cualquier caso “hay que analizar las razones y si peligra la pareja, lo mejor es consultarlo con un psicólogo familiar”, insiste.

Soluciones al shoulder surfing

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Es obvio que a ninguno nos gusta que nos espíen el móvil, aunque sea un espionaje inocente en el vagón del metro o en la cola del supermercado. De hecho, ya están surgiendo alternativas para evitar pegarte el móvil mucho a la cara o establecer posturas imposibles para que el de al lado no te fisgonee.

Existen cristales templados que solo permiten ver la pantalla si se mira de frente o incluso app como Privacy Shade, con la que se ilumina solo la parte de la pantalla que toques con el dedo dejando el resto en negro. O incluso hay apps en desarrollo, como EyeSpot, cuyo fin es que el dispositivo siga la mirada del usuario mostrando el resto borroso, sin iluminar o con un texto inventado para confundir a los cotillas.

En cualquier caso, llegará el día en el que nuestros móviles serán parte de nuestras gafas o incluso los tendremos en un chip en el cerebro. Da miedo sí, pero al menos estaremos seguros de que el shoulder surfing será mucho más complicado.

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