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Según un estudio realizado por Eurostat, Oficina Europea de Estadística, los españoles pasamos más de tres horas diarias frente al televisor. Esta cifra puede resultarte más abrumadora si caes en cuenta de que eso puede suponer una media de 10 años viendo la tele a lo largo de tu vida.
Son unos datos que hacen pensar acerca de lo que puede suponer la manipulación de la televisión y son números engañosos y que pueden ir a más: porque no solo somos sensibles a mensajes emitidos en abierto y encontrados casi por accidente a través del zapping y la "caja tonta", sino que también estamos consumiendo contenido constantemente a través de nuestros móviles y otros servicios, como la televisión por streaming.
Repasemos brevemente la historia de la televisión para situarnos en el contexto de su nacimiento. Desde que la BBC hiciera su primera emisión pública de televisión en 1927, este invento no ha dejado de cosechar adeptos. Hoy en día, millones de personas en todo el mundo pasan parte de su vida cotidiana frente al televisor. En muchos hogares de todo el mundo hay más de un aparato de televisión. La televisión sigue siendo uno de los soportes publicitarios más costosos porque, a pesar del auge de los contenidos en streaming, son muchas las personas que todavía invierten muchas horas a la semana en ver los contenidos en señal abierta.
El paso del tiempo y los avances de la tecnología han ido perfeccionando estos aparatos. Cada vez resultan más sofisticados. Y los consumidores no han dejado de sucumbir a los nuevos modelos que salen continuamente al mercado.
¿Pero cómo comenzó todo? Con una transmisión muy rápida de varias fotografías, una detrás de la otra. O, por lo menos, esta es la explicación deficiente y fácil para uno de los inventos más trascendentales del siglo XX. Concretamente, en 1906, los franceses Rionoux y Fournier consiguieron estabilizar una matriz de células sensibles a la luz conectadas a una matriz de lamparillas, en un sistema en el que cada célula se correspondía con un foco de luz. Su evolución natural, orientada a simplificar la estructura, consistió en sustituir los numerosos cables por un único par, de forma que cada célula se conectase con su luz correspondiente en el momento preciso y con la rapidez necesaria para que ojo humano fuese capaz de percibir la secuencia de fotos fijas como si se tratase de una única imagen en movimiento.
A este primer impulso le siguió, en 1910, la utilización del disco de Nipkow en diferentes pruebas, destacando la realizada en 1925 por John Logie Baird, quien empleó dos discos, uno en el emisor y otro en el receptor, sincronizados con un eje común para solucionar el problema de fluidez visto en los intentos de 1906. Con este apaño, se logró una transmisión fluida de 28 líneas a una frecuencia de 14 cuadros por segundo. Dos años más tarde, en 1927, una transmisión similar del mismo Baird sorprendió por su capacidad de llevar las imágenes mediante una línea de teléfono desde Londres hasta Glasgow, es decir, 438 millas. Al año siguiente, vio la luz la compañía Baird TV Development Co. destinada a explotar comercialmente la TV, al ostentar la primera señal trasatlántica entre Londres y Nueva York.
Baird continuó sus avances llevando la televisión a nuevos lugares, como Alemania y Francia. El inventó mejoró, como mejoraste tú desde la primera vez que intentaste hacer croquetas hasta hoy (salvando las distancias, que hacer croquetas tiene su dificultad) hasta que en 1937 comenzaron las transmisiones regulares de TV en Francia y Reino Unido. Este fue el punto de no retorno en la industria televisiva: a partir de aquí, todo fue avanzar, desde el perfeccionamiento del uso del tubo de rayos catódicos hasta las smartTV de hoy, pasando por hitos como la primera regulación, en 1945, del uso de las señales de TV; o la transmisión de la llegada del hombre a la Luna, en 1969.
Por su poder de alcanzar a las personas y mostrar contenidos atractivos, la televisión siempre ha sido una gran participante de la industria cultural: a las personas les encanta la tele y la tele es capaz de influenciar a las personas, sin duda un binomio de oro para conseguir crear tendencias. Para ello se ha servido de programaciones especiales que pretenden informar, entretener, divulgar y educar, en un sentido tan amplio que a veces hasta se cuestiona. Y es que, como todo, el problema nunca está en las herramientas sino en el uso que se les da y la tele o, mejor dicho, quienes hacen contenidos para la tele, han patinado más de una vez. No en vano se habla de manipulación televisiva, un término que se refiere a todas esas veces en las que la televisión ha fallado en su cometido principal y honesto y ha servido para confundir a la audiencia o distorsionar la verdad. Ojo al hecho de que acuñar el término "manipulación televisiva" implica que se presume que todos estos fallos ocurridos desde que la televisión existe, han sido más intencionados que accidentales pero, claro, eso nunca se podrá confirmar del todo.
Antes de hablar de manipulación televisiva, los expertos ya mencionaban la "alienación televisiva", que se puede describir como el primer efecto ideológico de la televisión, que consiste en disuadirte de mirar hacia otro lado, o por lo menos intentarlo. Esto se logra porque la televisión te refuerza la sensación de una comprensión global del mundo a través de la imagen.
Esta promesa de totalidad es también una promesa de inmediatez. Un gran vértigo se apodera entonces del ciudadano. ¡Va a perderse todo lo que ha visto! Rápido, tiene que ver lo que hay en la tele y, por lo tanto, estar en la pantalla más de tres horas al día. Si lo extrapolamos a lo digital, hablaríamos de FOMO (Fear Or Missing Something, en español: Miedo a Perderse de Algo).
Esta oferta de posesión del mundo y el vértigo que da pensar que serás el único en perderse de aquello con lo que el resto es poderoso, es el arma absoluta que nos hace vulnerables ante los mensajes de la televisión. Cada noche estás atrapado por lo que has elegido que te atrape: los programas de televisión.
No puedes perderte el informativo de tal hora, el programa del corazón de las tardes, el reality de la noche, el documental especial de tal cadena… De este modo, las mejores emisiones se convierten en las peores cuando inscriben en nuestros cerebros el imperativo social del «deber mirar». Un cóctel que termina de volverse explosivo ante la amenaza constante de que otros sí lo hayan visto y te lo destripen: el spoiler.
Según muchos teóricos de la comunicación, se supone que la televisión nunca cede parcelas de poder y se mantiene reinando sobre «todo lo que sucede», así que la televisión se concede el monopolio de lo «real»: como puede llegar a todas partes, nada se le escapa. Caza momentos fotográficos e imágenes de eventos y los produce cuando no los encuentra. Este imperio a día de hoy se ve técnicamente superado por la inmediatez de Internet, no obstante, los usuarios fieles a la televisión se mantienen en su lealtad, relegando Internet a la condición de "segunda pantalla" en la que ampliar y comentar los contenidos televisivos.
De esta manera, la manipulación televisiva se puede asumir como el hecho de determinar con una intención clara y no siempre ética lo que «es actualidad», dominando la narrativa de «lo que sucede».
No son pocos los estudios que concluyen que la televisión nos manipula. Los investigadores Best y Kellner se han posicionado contra el formalista y antihermenéutico análisis posmoderno. Esta teoría está relacionada con la postulación de una cultura de imagen plana que hipnotiza al espectador.
El análisis de la imagen, la narrativa, las ideologías y los significados siguen siendo importantes en el proceso por identificar el papel de la televisión actual. Otros van más allá y afirman que las imágenes, fragmentos y narraciones de la cultura de los medios están saturados de ideologías y significados polisémicos.
Baudrillar afirma que la televisión es puro ruido. Para este crítico la tele se ha convertido en un agujero negro donde todos los significados y mensajes son absorbidos en el remolino y el caleidoscopio de la difusión incesante de imágenes e información. Para este investigador se ha llegado a un punto de saturación total, donde el significado se disuelve. Solo la fascinación de imágenes discretas brilla y parpadea en un paisaje de medios. Dentro de este cuadro ninguna imagen posee ya efectos aislados y reconocibles.
La teoría de las imágenes sin sentido apunta a que el medio puede ser experimentado como un páramo plano y unidimensional de imágenes superficiales. También puede funcionar como ruido puro sin referencia ni significado. Sin embargo, la gente ve regularmente programas y eventos. Hay fanáticos de series y de todo tipo de emisiones. Toman como modelo el comportamiento, el estilo y las actitudes de sus presentadores, tertulianos o actores favoritos.
Por su parte, los anuncios juegan un papel en la gestión de la demanda del consumidor. Por todo ello, muchos analistas han concluido que la televisión está jugando. Y ese juego llega a tener un papel central en las elecciones políticas.
Las elecciones se han convertido en una batalla de imágenes desarrolladas en la pantalla de televisión y esa televisión está jugando un papel esencial en el nuevo arte de gobernar.
Otra teoría, fundamentada en que la televisión nos manipula, es la de la distracción. El fútbol y los programas intrascendentes, según muchos, son los líderes en esta ocasión. La invención de problemas es otro basamento teórico.
Ahora bien, ¿quién dicta lo que es trascendente y lo que no? Para la madre de un jugador de fútbol profesional, para el equipo, para la persona que vende bebidas en el estadio, el fútbol no es precisamente algo sin importancia. Para los actores y cámaras de un reality, los realities son su vida y su forma de llevar el sustento a sus hogares. El problema de lo público se centra entonces en la imposibilidad de satisfacer a todas las opiniones a la vez, y la idea de que la televisión manipula se convierte igualmente en algo susceptible de ser cuestionado.
De allí la importancia de no dar nada por sentado y no cerrarse en banda: a la noción de la manipulación televisiva debería contraponerse la búsqueda de hechos que la demuestren, no vale sólo opinar o valerse de teorías conspirativas.
Para intentar paliar el hecho de que, en no pocas ocasiones, la manipulación televisiva está en los ojos de quien la ve, se han escrito libros y rodado películas y series que ofrecen ejemplos en los que se analiza o se muestra cómo la televisión nos manipula o, por lo menos, rasgos de la televisión que hacen que muchas personas en su condición de espectadores se sientan manipuladas.
McCready es uno de los agentes secretos británicos más valiosos, una leyenda viviente tras siete años al frente del Departamento de Desinformación y Operaciones Psicológicas.
La creadora de La bola de cristal critica la manipulación que las cadenas ejercen sobre los más pequeños. Se ha olvidado el deber de educar en favor de mayores audiencias y anunciantes.
Cuanto más crecen las posibilidades tecnológicas de la televisión a través del desarrollo de los satélites y de la fibra óptica, menor es el acceso del espectador al tiempo real de la información. […] los efectos de la televisión en el análisis de las estrategias discursivas y de manipulación social.
La cortina de humo
El presidente de EE.UU. se ve envuelto en un escándalo de abusos sexuales a una menor. Contrata a un director de Hollywood para inventar una guerra y difundirla por la tele. La finalidad es desviar la atención del público.
El protagonista es adoptado cuando era un bebé por una corporación. Deciden realizar un experimento con él: grabar y emitir por televisión toda su vida sin su conocimiento.
Un viejo conductor de informativos descubre que su despido está decidido. Amenaza con suicidarse en la televisión y arremete contra la cadena en vivo. Las audiencias se disparan.
Un ciudadano medio, que solo posee los conocimientos que adquiere a través del televisor, llega a ser considerado un genio por las altas esferas.
Álex de la Iglesia nos revela lo que ocurre fuera de cámara durante el rodaje de un programa de Fin de Año.
Cerramos el artículo sobre la manipulación en televisión con una serie televisiva. Se centra en un reality show basado en un programa de citas. Es perfecto para los aficionados a este formato televisivo. En la serie se revelan los entresijos y la manipulación que se lleva a cabo para controlar las emociones de los participantes y cautivar a la audiencia.
Como ves, la manipulación de la televisión para muchos es muy real. Si quieres evitarla debes estar atento a las noticias que te resulten sospechosas, ser consciente de que las altas esferas de cada canal tienen su ideología y opiniones que tratan de difundir, e informarte a través de diferentes medios para formarte tu propia opinión.
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