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Aunque nuestras capacidades sean las mismas, la historia ha colocado a mujeres y hombres en lugares muy diferentes, injustamente. A pesar de las trabas y la menor visibilidad las mujeres han estado, están y estarán involucradas en todas las ciencias, a todos los niveles.
No hace falta decir que es una labor de todos: la participación y el acceso a la ciencia tienen que ser iguales para hombres y mujeres.
Sin ninguna duda, la ciencia es mejor si incluye el trabajo y visión de las mujeres, ya que la investigación depende en gran medida de la diversidad y la diferente percepción de todas las personas con talento.
La Asamblea General de las Naciones Unidas es consciente de esta brecha de género y decidió proclamar el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.
Mucho más importantes de lo que puedan parecer, los Días Internacionales nos ayudan a sensibilizar al mundo sobre un tema de gran interés como puede ser la salud, los derechos humanos o el desarrollo sostenible. También es una forma de advertir a los medios de comunicación y gobiernos sobre estos problemas sin resolver.
En el caso que nos ocupa se pretende visibilizar la necesidad de educar en igualdad, que niños y niñas tengan acceso a la misma educación, derechos y oportunidades, con el fin de que todos terminen formando parte de los órganos de decisión de la ciencia.
La igualdad de género en la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas es vital para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Afortunadamente en las dos últimas décadas la participación de las mujeres en estas carreras ha aumentado de forma muy importante, pero todavía se encuentran insuficientemente representadas.
Las mujeres son la mitad de la población del planeta y, por lo tanto, la mitad del potencial existente. La igualdad de género es un derecho humano fundamental, imprescindible para lograr sociedades con pleno potencial humano, lo que nos lleva a un desarrollo sostenible.
Si revisamos los datos de la UNESCO (2014-16) comprobamos que menos del 30 por ciento de los investigadores a nivel global son mujeres. El mismo porcentaje lo podemos usar para ver las estudiantes que escogen carreras superiores dentro del campo de las ciencias, la tecnología, la ingeniería y matemáticas (STEM).
Desgraciadamente siguen existiendo estereotipos y prejuicios que mantienen a las mujeres alejadas de la ciencia, tenemos que luchar contra ellos.
Que haya menos no quiere decir que no sean importantes, la pandemia que nos ha traído la COVID-19 está demostrando el papel crucial de las investigadoras involucradas en distintos niveles de esta lucha: conociendo el virus, buscando técnicas de prueba, o en el desarrollo de las vacunas.
Pero no nos engañemos, la COVID-19 también ha tenido un impacto negativo en las mujeres que se forman para ser científicas, en aquellas que comienzan a estudiar y se encuentran más dificultades para avanzar. Son necesarias nuevas políticas e iniciativas para apoyarlas.
Aprovechando la celebración del 11 de febrero, expertas y científicas que son referentes y luchan contra el COVID-19 se van a reunir para comprender la situación que vivimos y debatir soluciones. Puedes conocer más sobre las iniciativas en esta dirección.
Tenemos que saber que este año el evento se lleva a cabo de manera virtual - será a través de zoom - como es lógico en estos complicados días que nos ha tocado vivir. Afortunadamente, se proporcionará una una interpretación simultánea de los debates en inglés y francés, para intentar llegar al máximo público posible.
Al margen de eventos, la realidad es que la celebración podemos comenzarla ya, cualquier día es importante en tu hogar o comunidad para que niñas y mujeres tengan un camino igual de fácil en la ciencia, con los mismos derechos y visibilidad.
Puedes aportar tus ideas y experiencias a través de las redes sociales con el hashtag #DiaInternacionaldelaMujerylaNiñaenlaCiencia, y de forma internacional, también podemos usar y seguir #WomenInScience.
Las necesitamos y las tenemos, así que es importante mostrar de lo que son capaces las chicas en todos los campos del saber. En “Pienso, luego Actúo” no paramos de compartir nuevas historias en las que las mujeres realizan aportaciones a la ciencia y te hacen pensar, por eso queremos enseñaros algunas:
Con tan solo 18 años, Maitane Alonso inventó una máquina para conservar comida, una forma de combatir algunas de las causas que provocan la pérdida de toneladas de alimentos a escala mundial. Su trabajo ha recibido la atención de la NASA y fue galardonado en el certamen más importante del mundo en ciencia y tecnología organizado por la Society for Science & the Public.
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Existen países en África donde las niñas se ven obligadas a abandonar la educación como consecuencia del periodo. Diana Sierra defiende la dignidad menstrual con su empresa BeGirl, con la que ha distribuido más de 100.000 braguitas menstruales reutilizables.
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Acabar con las enfermedades transmitidas por insectos con pintura, suena a ciencia ficción pero es una realidad puesta en práctica por la valenciana Pilar Mateo. El secreto está en una pintura libera insecticida lentamente, pero es necesario que haya paredes donde utilizarlas, por lo que Pilar también decidió crear el movimiento de mujeres indigenas para mitigar la pobreza.
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Gala Freixa pensó que la tala de árboles desenfrenada para la creación de papel no era la solución y, por ello, creo Sheedo. Utilizar fibras de algodón reutilizadas de la industria textil para crear papel. Además, también se le añade semillas para que el papel pueda ser plantado tras su uso. Esto es Sheedo, crear un papel artesano reutilizable; un papel de “usar y plantar”.
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Natalia Gómez ha creado una alternativa ecológica a los sanitarios portátiles convencionales. Los baños ecológicos Nantic no funcionan con agua, sin productos químicos, sin consumo de energía, recuperan los deshechos y los convierten después en compost. Un círculo que no desperdicia agua y genera material fértil para devolver a la tierra.
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Mezcla de superstición y desconocimiento, el concepto que se tiene en el África subsahariana sobre los albinos les ha convertido en diana de persecusiones, amenazas y hasta asesinatos. Como si la incomprensión humana no fuera suficiente, el propio entorno les castiga: la esperanza de vida de un albino en la región no supera los 30 años, debido al cáncer de piel.
Mafalda Soto es la farmacéutica que ha pensado que el mundo puede ser menos inhóspito para los albinos de la zona y ha actuado creando la ONG Beyond suncare y con ella Kilisun, un protector solar que protege a las personas con albinismo del tenaz sol africano.
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