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Cómo se vive un lanzamiento desde la terraza de la NASA

08 Agosto 2019 13:00

FIRMA INVITADA: Almudena Martín Castro, divulgadora científica, diseñadora de UX, instrumentista musical e ilustradora, continúa su aventura en la NASA con Pillars of Creation, el equipo ganador del hackaton de apps de la NASA, del que ella forma parte.

Da igual cuantos vídeos hayas visto de SpaceX. Da igual si los ves retransmitidos en tiempo real, si tu pantalla es 4K o si te pones unas ganas de realidad virtual: parte de la experiencia de vivir un lanzamiento en vivo y en directo es sencillamente única y, probablemente, también muy difícil de comunicar. Pero, con vuestro permiso, voy a intentarlo. Aquí os cuento los ingredientes que hacen que vivir un lanzamiento desde Cabo Cañaveral merezca tanto la pena.

La última vez que me rompieron el corazón, fue por culpa de la probabilidad. El miércoles, nos dejamos cegar por la emoción y lo apostamos todo al 30% que nos ofrecía la NASA como probabilidad de lanzamiento. Cuando, a 15 minutos del final de la cuenta atrás, el cielo se cubrió de tormenta, tuvimos que aprender una dura lección: que los deseos no mueven nubes (ni, probablemente, montañas) y que no hay nada más caótico que la meteorología.

Por eso mismo, el jueves nuestro ánimo era exactamente el contrario. El día amaneció lloviendo sin tregua y la probabilidad de lanzamiento llegó a descender hasta el 10%. Todos acordamos que no debíamos hacernos ilusiones y asumimos que tendríamos que volver a España sin poder ver el lanzamiento.

El problema es que la página de meteorología empezó a llevarnos la contraria. Poco a poco. Muy poco a poco, de hecho: cada pocos minutos, recargábamos la página y las nubes, en el lugar preciso, a la hora precisa, se iban despejando. Las probabilidades seguían siendo bajas, nunca más del 30%. Éramos el Numancia perdiendo 7 a 3 contra el Real Madrid, intentando no alegrarnos demasiado con cada penalti a favor. Pero, lo cierto es que cada vez había más penaltis y hasta algún gol.

Por fin, llegamos al lugar del lanzamiento y las probabilidad subió al 50% pero el tiempo seguía siendo “NO GO”. Poco después, 40 minutos antes de T0, subió a 70%. Y, por fin, con 21 minutos exactamente en el reloj de la cuenta atrás, el cielo entero se despejó y por fin era apto para lanzar. La emoción era incontenible: esta vez sí, ¡íbamos a ver el cohete!

Y así fue, efectivamente. Pudimos ver despegar (y aterrizar) el Falcon 9 en su misión CRS18 y la experiencia fue… increíble.

Pero me pregunto si hubiese sido igual de emocionante sin toda esta larga espera: sin la decepción del día anterior y la angustia de ver el cielo nublado, sin recargar quinientas mil veces la página del tiempo de Orlando... A fin de cuentas, el encanto de cualquier historia (y de cualquier buena melodía) reside en las expectativas, en las tensiones y dificultades que sólo se resuelven en el último acorde. Sólo así se disfruta de una última cadencia perfecta.

El lugar

“Please be advised that hazards are inherent in viewing a rocket launch. By accepting this, you do so with the understanding of the potential risks. [...] In the event of an inadverted circumstance, hazards include debris, blast and toxics could occur.”

Pocas horas antes del lanzamiento, un escolta de la NASA tenía por obligación leernos un breve texto sobre los posibles riesgos de cualquier lanzamiento. “Escombros, explosiones y materiales tóxicos...” podían ocurrir. Pero no hay motivo para alarmarse. El riesgo real de ver un lanzamiento en vivo desde las zonas habilitadas por NASA, es realmente pequeño.

Sede de la NASA

Nosotros tuvimos la suerte de poder observar el lanzamiento desde el OSB-II (Operation Support Building 2) del Kennedy Space Center, ¡desde las oficinas de la mismísima NASA! Pero, incluso este lugar privilegiado, al lado del mítico VAB, se encuentra a más de 5 km de la plataforma de lanzamiento más cercana y a 7,3 km de la plataforma 40, desde donde se lanza el Falcon 9. Es una distancia considerable: nadie se quema las cejas viendo un lanzamiento.

Atrás quedaron los años 50, cuando la gente se iba en familia a ver tests nucleares a las Vegas, como si fuesen fuegos artificiales a lo bestia. A día de hoy, parece que hemos aprendido un poquito más sobre seguridad. Pero, aún así, ver hoy un lanzamiento en directo significa asistir a uno de los eventos más energéticos, violentos y masivos que ha creado la tecnología humana (el único, quizás, no relacionado con la guerra). Es, sencillamente, brutal.

Sede de la NASA

La luz

La primera sorpresa de observar un lanzamiento en vivo es la luz. El fuego de un cohete brilla, muchísimo: muchísimo más de lo que puede recoger cualquier cámara y también muchísimo más de lo que uno podría imaginar. A fin de cuentas, el lanzamiento se encuentra a cierta distancia y se necesitan prismáticos para poder verlo en detalle. Pero la línea de fuego que impulsa el cohete es cegadora, se queda grabada en la retina, casi como cuando uno mira al sol.

Este brillo tan potente ha llevado a NASA a desarrollar cámaras especiales para poder estudiar la columna de gases bajo el cohete. Se trata de una cámara de alta velocidad que permite capturar imágenes con varias exposiciones diferentes (High Dynamic Range Stereo X o HiDyRS-X) y obtiene imágenes tan impresionantes como estas:

Cohete

Test del SLS con una cámara tradicional. Vía: NASA

Cohete
Test del SLS usando HiDyRS-X. Vía: NASA

El sonido

La espera, el lugar, el contexto y la luz son ingredientes importantes de la experiencia del lanzamiento. Pero si me tengo que quedar con una sola cosa, un único factor que hace que viajar hasta Cabo Cañavera a verlo en vivo merezca la pena, sin duda sería el sonido.

Cuando la cuenta atrás llega a cero, el fuego bajo el cohete ilumina la escena y arranca los primeros aplausos de la gente. Pero el momento más emocionante no es ese, porque el sonido no llega hasta 21 segundos después. Es entonces es cuando la gente lo vive realmente y se da cuenta de lo enorme y épico que es poder vivir lanzamiento.

Al regreso (¡los cohetes de SpaceX aterrizan!), sucede algo parecido. La etapa 1 del cohete desciende a toda velocidad hacia tierra y, a falta de unos metros, frena de repente y se posa grácilmente, como una libélula de 23 toneladas. Pero lo realmente emocionante no es eso, sino los sonic booms (las explosiones sónicas generadas cuando se sobrepasa la velocidad del sonido) y estos solo se oyen cuando el cohete ya está en tierra, descansando.

Hay muchas grabaciones en Youtube (de imagen y de sonido) que intentan capturar toda esta parte de la experiencia. Yo os recomiendo que veáis este grabación binaural del lanzamiento del Falcon Heavy (con cascos, importante para poder meteros en la escena).

Pero, en realidad, ningún vídeo puede capturar el sonido que se aprecia allí realmente porque más allá del bramido lejano, más allá del volumen que pueda llegar a alcanzar (en realidad no es un sonido ensordecedor, gracias a la distancia) la clave está en los graves. Son los sonidos graves los que viajan distancias más largas y son los sonidos graves los que más nos afectan emocionalmente a un nivel muy primario. En el cine, por ejemplo, a menudo se utilizan para producir tensión o miedo en los espectadores, de manera casi inconsciente. Y en el caso del lanzamiento, existen incluso vibraciones inaudibles (infrasonidos) que más que oírse, se sienten. Realmente, la sensación subjetiva era esa: la de una vibración amplísima y palpable, que te envuelve y te agita, como a un mono asustado en la terraza de la NASA.

Una experiencia, sencillamente, increíble.

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